Otros
rasgo importante del siglo XVIII es la Ilustración. Se trata de una corriente
intelectual e ideológica que permeó todos los campos del saber del siglo XVIII.
Se caracterizó por la secularización o laicización, por su lucha contra la fe y
las supersticiones, y sobre todo, por su racionalismo. Así como en su momento,
el humanismo puso al hombre en el centro del pensamiento, la Ilustración puso a
la razón en el centro. La idea de centrar el pensamiento en la razón se
refería, sobre todo a un rechazo del pensamiento mágico y religioso medieval.
Ahora se daba preferencia a la observación y la ciencia, en vez de la fe y la
Biblia.
En
consecuencia, surgieron una serie de asociaciones científicas que impulsaron la
creación de muchos inventos, como el microscopio, el telescopio, el reloj de
precisión, el termómetro, etcétera. Además, surgieron los enciclopedistas,
quienes reunieron el saber de toda la época en un libro. Grandes pensadores
como Locke, Montesquieu, Voltaire y Rousseau teorizaron sobre la política y la
forma ideal de gobierno. Actualmente, las constituciones que nos rigen se basan
en los principios postulados por los ilustrados.
La
Ilustración fue un movimiento cultural propio del siglo XVIII, en el que
grandes autores como Rousseau, Diderot, Montesquieu, Voltaire, entre otros,
hicieron hincapié en el uso de la razón para llegar al conocimiento verdadero,
en oposición a la fe, la superstición religiosa, la ignorancia y la tiranía. En
el ámbito de la educación, también los ilustrados realizaron importantes
observaciones, sobre todo Rousseau en su obra Emilio.
Sin
embargo, antes de la influyente obra pedagógica de Rousseau, ya se habían
llevado a cabo importantes transformaciones educativas. En primera instancia,
las ideas de Comenio se pusieron en práctica en prácticamente todos los centros
educativos europeos, en los cuales además de imponer reglamentos escolares,
también se buscó nuevos métodos didácticos como el empleo de dramatizaciones o
actividades en las que los niños fueran más activos. Por otro lado, si bien se
continuó practicando el castigo corporal, se aprecia un esfuerzo por limitarlo
y reglamentarlo, lo cual consiste en un gran avance, si se toma en cuenta el
sadismo de la educación grecolatina y medieval, y que el castigo corporal no se
eliminó hasta hace unas décadas. Por ejemplo, en cuanto al castigo corporal, se
reglamentó que:
Las correcciones ordinarias
con los azotes se llevarán a cabo en el ángulo más apartado y oscuro de la
clase, donde la desnudez del corregido no pueda ser vista por los otros; y es
necesario poner mucha atención para inspirar a los alumnos un gran horror a la
mínima mirada en aquella ocasión. Pero las correcciones extraordinarias se
deben hacer públicamente, o sea, en presencia de los escolares. En compensación
se excluyen, por indignas de un maestro sacerdote, cachetadas, patadas o golpes
con la vara, que es instrumento didáctico para los “signos”, o estirar la
nariz, las orejas o los cabellos, o dar empujones o halar el brazo.
Antes
de la publicación de las obras de los enciclopedistas franceses, la literatura
también aportó una serie de ideas en torno a la educación. Por un lado, en Robinson
Crusoe (1719) del inglés Daniel Defoe la habilidad de Crusoe para construir
una vivienda y los utensilios necesarios en la isla desierta, se debe a que
cuando vivía en Inglaterra estudió matemáticas, geometría y toda una serie de
conocimientos que le permitían sobrevivir incluso sin la tecnología. En
contraste, Viernes, quien representaba al hombre primitivo, no podía llevar a
la práctica conocimientos que no tenía, por su falta de instrucción.
Asimismo,
Los viajes de Gulliver (1726) de Jonathan Swift representa una dura
crítica a la erudición y el intelectualismo sin sentido. Esto puede apreciarse
cuando se describe la isla de Laputa, “cuyos sabios están totalmente absortos
en especulaciones, y tienen necesidad de que se rían de ellos para poder seguir
con sus reflexiones”.
En
el Fausto (1772-1776) de Goethe también se aprecia una crítica a la
educación que no guarda relación alguna con la realidad: “He estudiado a fondo
filosofía, jurisprudencia y medicina, y desgraciadamente incluso teología, con
mucho interés. Y heme aquí, pobre loco, que sé lo mismo que antes”.
Sin
embargo, entre 1751 y 1765, fue cuando se redactó la gran Enciclopedia de
las ciencias, de las artes y de los oficios, en la que se plasma un
esfuerzo por clasificar y juntar en una misma obra las áreas del conocimiento
acumulado por la humanidad. Podría decirse, una especie de Biblia laica de la
razón ilustrada.
Recordemos
que prácticamente de la Grecia Antigua, se había conservado una tradición
educativa, que comienza con un aprendizaje de la gramática mediante la lectura
de textos importantes (en su momento la Iliada y la Odisea, después
la Biblia), para después aprender disciplinas como las matemáticas, la
geometría, la astronomía y finalmente, la filosofía (en la Edad Media, la
teología, una rama de la filosofía concentrada en el estudio de Dios y lo
divino), siempre concebida como la disciplina máxima del saber humano.
En
contraste, la Enciclopedia hizo hincapié en la importancia de la técnica, que
debía ser una parte medular del saber, tan importante como la filosofía.
Diderot, principal promotor y padre de la Enciclopedia, sostenía que “quien
tiene solamente la geometría intelectual, es más bien un hombre inepto; y un
artesano que tiene solamente la geometría experimental, es un obrero bastante
limitado... Sobre ciertos problemas estoy seguro de que es imposible obtener
algo satisfactorio de dos geometrías separadas... Hagamos pues justicia a los
artesanos. Las artes liberales han sido exaltadas bastante por sí mismas;
podríamos ahora alzar la voz para celebrar las artes mecánicas”.
BIBLIOGRAFÍA
Alonso, S. J. (2012). Historia general de la educación.
México: Red Tercer Milenio.
VIDEOS REFERENTES:
La Ilustración o siglo de
las luces: https://www.youtube.com/watch?v=P_f3N9_f-0I
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